08 marzo 2018

¡Adelante, mujeres! La igualdad os espera


En primer lugar, no quisiera tener hoy, día de las mujeres, ningún tipo de protagonismo, por lo que humildemente escribo esta entrada sin otro objeto que reconocer unos hechos cuya desigualdad hace que las mujeres estén de huelga y empiece una etapa profunda, y ojalá que definitiva, que consiga la igualdad de derechos.

Pertenezco a una generación machista. Sin duda, machista. De un machismo exagerado que unido al papel que le hicieron, a la fuerza, jugar a la mujer en este país durante la dictadura franquista, agudiza la cuestión.

Fuimos impregnados con un barniz machista asqueroso, que hoy todavía nos dura a pesar de nuestros esfuerzos porque desaparezca. Hablo de principios de la segunda mitad del siglo XX, donde la mujer era, prácticamente, un objeto, o en el mejor de los casos un ser inferior.

Con la victoria franquista, las conquistas de la República, que empezaban a dar relieve e igualdad en sus derechos a la mujer, quedaron congeladas cuando no retrocedieron siglos. Es verdad que la dictadura criminal nos condenó a los vencidos a ser seres sin opinión, ovejas forzadas de un rebaño nacional-católico, pero las mujeres llevaron la peor parte.

Una mujer en los años cincuenta y sesenta no era mayor de edad hasta los 23 años. No podía abrir una cuenta corriente sin el consentimiento del 'macho protector'. Su misión era servir al hombre. Una mujer soltera con relaciones sexuales era una puta, si estaba casada las relaciones fuera del matrimonio estaban penadas por el código civil, mientras que el hombre que cometía adulterio era un ‘hombre’, un macho alfa, algo que se veía normal. La sumisión de la mujer era total. Los malos tratos existían, era algo conocido y casi consentido, lo que no había era la posibilidad de denunciarlos.

En todo, hasta en sus más continuas tareas era considerada algo subordinado. Las mujeres eran las que cocinaban, sin embargo quienes dominaban el mundo de la cocina eran los hombres, los cocineros. Recuerdo que se comentaba con orgullo: ellas cocinan más, pero los hombres son los mejores cocineros. Igual pasaba en el campo de la costura. Las mujeres cosían, sin embargo, el prestigio y el dominio en la moda era de los modistos, de los hombres.

Y tantos otros ejemplos… Baste decir que la mujer para obtener ciertos documentos o trabajos, debía hacer el Servicio Social. Una especie de canon que pagaban las mujeres al Estado –al igual que los hombres cumplían el Servicio Militar— donde se las instruía a ser la mujer de. A servir a su macho. Desde el Estado se creó por Pilar Primo de Rivera, la hermana del fundador de la Falange, una especie de ministerio femenino llamado Sección Femenina, donde la mujer aprendía a someterse al marido, al padre, incluso a los hijos de cierta edad. Donde las enseñaban a servir a su macho y todo su objetivo era ser su esclava en la casa y en la cama.



No. Tenemos que avanzar. Es verdad que ya no estamos como hace sesenta años, pero todavía podemos, todos, observar, como hay una desigualdad profunda entre los derechos del hombre y de la mujer. No cabe duda. Los micromachismos son hoy algo común. Cualquier hombre podemos cometerlos, sobre todo si pertenecemos a una generación donde nos educaron para ser machos y no personas.

Y sigue habiendo cuestiones muy graves. ¿Acaso nadie se pregunta por qué en los conflictos de pareja, en la casi totalidad de los casos, el hombre es el verdugo y la mujer la víctima? ¿Por qué las bandas juveniles de peligrosidad social están compuestas casi en absoluto por hombres? ¿Por qué un hombre, por el mero hecho de serlo, gana un 20% más de salario haciendo las mismas funciones que una mujer? ¿Por qué sólo el 8% de los componentes de los consejos de administración de las grandes empresas son mujeres? ¿Quién es hoy, todavía, quien lleva adelante las mayores tareas de la casa y el cuidado de los niños? ¿Por qué, todavía, las palabras están cargadas de discriminación negativa en el caso de la mujer? ¿Por qué se penaliza laboralmente a la mujer por el mero hecho de poder ser madre?

Hay que acabar con esta lacra. Yo, para empezar, a vosotras mujeres, a las de mi entorno y a todas, quiero pedir perdón, por todo lo que he podido ofenderos en mi vida, perdón porque no he sido capaz de luchar con todas mis fuerzas por defenderos, porque seguramente todavía me queda algo de ese barniz que me inocularon en mi educación, en el colegio, en el entorno, en casa. Porque no os lo merecéis, porque un mundo con vosotras en igualdad, no tengo duda de que será mejor. Ojalá que la huelga de hoy sea el principio del fin y, emulando a Allende deseo que más pronto que tarde se abran las alamedas por donde pase la mujer libre para construir una sociedad mejor.

Salud, República e Igualdad de derechos entre mujeres y hombres

1 comentario:

Genín dijo...

¡A por ellos...los derechos...!
Salud